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Celaya, Gto., a 19 de septiembre del 2024.- El 19 de septiembre de 1985, México vivió uno de los desastres naturales más devastadores de su historia. A las 7:19 a.m., un terremoto de magnitud 8.1 sacudió la Ciudad de México, dejando una estela de destrucción, caos y dolor. El epicentro se localizó en la costa del Pacífico, cerca de Michoacán, pero la capital fue la más afectada debido a la inestabilidad de su suelo lacustre.
La Ciudad de México sufrió daños catastróficos. Edificios residenciales, oficinas, hospitales y hoteles colapsaron, atrapando a miles de personas bajo los escombros. Se estima que alrededor de 10,000 personas perdieron la vida, aunque otras fuentes sugieren que la cifra real podría ser mucho mayor. Más de 30,000 resultaron heridas y cerca de 250,000 personas quedaron sin hogar.
El hospital Juárez y el Centro Médico Nacional, entre otros edificios clave, colapsaron, lo que complicó los esfuerzos de rescate y atención médica. La infraestructura de la ciudad quedó severamente dañada, y la electricidad y las telecomunicaciones se interrumpieron durante días.
Uno de los aspectos más notables fue la respuesta de la ciudadanía. De inmediato, miles de voluntarios se organizaron en brigadas para rescatar a las personas atrapadas entre los escombros, proporcionando ayuda donde el gobierno tardó en llegar. La solidaridad y el esfuerzo colectivo se convirtieron en símbolos de la capacidad del pueblo mexicano para enfrentar la adversidad.
El gobierno federal, liderado por el presidente Miguel de la Madrid, fue criticado por su lenta reacción ante la tragedia, lo que aumentó la desconfianza pública. Sin embargo, a nivel internacional, numerosos países ofrecieron ayuda humanitaria, enviando equipos de rescate y suministros.
El terremoto de 1985 marcó un antes y un después para México. Se implementaron importantes reformas en los códigos de construcción para garantizar que los edificios fueran más resistentes a futuros sismos. También se mejoraron los sistemas de alerta sísmica y la preparación ante desastres, lo que ayudó a mitigar el impacto de terremotos posteriores, como el del 19 de septiembre de 2017.
El terremoto de 1985 no solo dejó cicatrices físicas en la Ciudad de México, sino también un legado de resiliencia, solidaridad y cambio.
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